Posadas, 15 de julio de 2012
La noche del 13 de julio llegué a Oberá, acompañada de Pato,
una periodista misionera que me estuvo ayudando con la producción del viaje, y
su sobrino. Nos dispusimos a organizar la salida del día siguiente a Saracura
(la aldea donde nos habían confirmado que estaban Leonarda y Crispin). Se
suponía que íbamos con el cinemovil de la provincia, pero por un problema de
comunicación, resulto que el cinemovil estaba en Posadas por otra actividad.
Terminamos arreglando -a las doce de la noche- para salir con proyector y
equipo de sonido en un remis, acompañados por un chico del festival, Rafa. Ahí
supe que yo era la guía para llegar, ya que nadie conocía el camino (¡¡yo, que
me pierdo hasta cuando salgo del subte!!). Por suerte, Santi (el chico mbya que
hizo la traducción de la peli), me envió algunas indicaciones por mensaje de
texto. A la mañana siguiente partimos temprano. El primer problema apareció
cuando no encontramos el camino de tierra por el que teníamos que desviar para
llegar a la aldea, que según Santi, se llamaba El Progreso. Después de muchas
vueltas y seguir decenas de indicaciones de los pobladores (muchos no tenían
idea de la existencia de la aldea, y quienes sabían nos daban indicaciones que
nunca coincidían entre ellas), parecía que el camino que conducía hacia la
aldea se llamaba La Libertad, no El Progreso, y al volver a preguntarle a Santi
nos confirmo que era así. Ahí empecé a pensar que, al menos para Santi,
progreso y libertad parecen ser sinónimos. Entonces seguimos la libertad e
hicimos cerca de 30 km. por camino de tierra colorada. Ya cuando creíamos que
el camino se estaba extendiendo demasiado (¿nos habríamos pasado?), el
remisero, que tenía mucha buena voluntad para preguntar y hallar el camino, le
pregunto a unos gurisitos como llegar a "la casa de los indios". Los
niños nos indicaron, y en el camino nos encontramos con unos hombres mbya, de
la aldea que estábamos buscando, que nos dijeron que sólo podíamos llegar en
auto hasta una tranquera que estaba cerrada con candado, y que luego íbamos a
tener que caminar. También nos dijeron quien era el cacique (Angel) y que
conocían a Crispín, pero que creían que estaba en lo de Vicente (el cacique de
otra comunidad). Seguimos camino hasta la tranquera y empezamos a caminar por
lo que parecía una chacra privada (había vacas con etiquetas en las orejas).
Por el camino nos encontramos con tres hombres mbya, que nos dijeron que Crispín
y Leonarda estaban en otra aldea, porque allá iban a gestionar documentos en
los próximos días. Entendimos que el nombre de la aldea era Guayabira. Nos
dijeron que se podía llegar a pie desde ahí, pero estaba un poco alejada, y
como teníamos todos los equipos para proyectar, preguntamos si había otro
camino para llegar en auto y nos indicaron como acceder desde la ruta (el
camino parecía muy fácil: Ruta 17, km. 6, llegando al arroyo Torto, ahí pegada
estaba la aldea). Emprendimos camino y para confirmar, le pregunté por mensaje de
texto a Santi, pero él nos dijo que no
había ninguna aldea llamada Guayabira, que podía ser Guavira, pero que estaba
por 25 de mayo (nosotros estábamos en Aristóbulo del Valle). Decidimos buscar
el arroyo Torto -que era la indicación en la que coincidían- y luego seguir
preguntando a los colonos. Seguimos por la ruta y al llegar al km. 6 tomamos el
camino de tierra. Fuimos preguntando a la gente que encontramos y todos nos
decían que sigamos derecho el camino, que siguiendo todo derecho estaba el
arroyo y ahí nomas la aldea. Bueno, seguimos derecho, pero el camino tenia bifurcaciones
todo el tiempo, y a veces "derecho" no es una indicación tan clara
como parece. Agarramos el camino más transitado, hasta que -30 km. después- nos
encontramos con una tranquera cerrada. Ahí preguntamos y nos dijeron que por
ahí no se llegaba al arroyo Torto, que estaba cerca, pero que desde ahí no
había acceso, que teníamos que tomar otro camino desde la ruta. Empezamos a
deshacer camino, e intentamos tomar otra bifurcación (ya empezábamos a doblar o
seguir derecho aleatoriamente, ya que tomar las indicaciones de los pobladores
no parecía conducirnos a ningún lado). Ahí nos encontramos con una chacrita y
bajamos a preguntar. Nos recibió Jorge, su mujer Elma, su nieto Maxi, y todas
las gallinas, perros y lechoncitos de la chacra. En cuanto nos vieron bajar,
nos invitaron a sentarnos y charlar un rato. Como ya eran las 13 hs. (se
suponía que a las 16 hs. teníamos que estar de vuelta en Oberá, pero hacia 5
horas que estábamos viajando a la deriva), les agradecimos y les dijimos que
estábamos buscando la aldea guaraní (¡¡¡de la que no estábamos seguros como se
llamaba!!!). Jorge la conocía, parecía estar cerca, cruzando el puente sobre el
arroyo Torto. Y nos ofreció a su nieto para que nos guíe. Fuimos con el auto
hasta donde el camino lo permitía y luego empezamos a caminar, guiados por
Maxi. El camino, se hacía cada vez mas agreste, hasta que en un momento se
convirtió en monte cerrado. Y justo cuando empezaba a dudar de que ese camino
nos condujera a algún lado, escuchamos el sonido del agua. Ahí estaba el arroyo
Torto (ancho, caudaloso y profundo), y del otro lado, aunque aun no podíamos
verla, estaba la aldea. Frente al arroyo, le preguntamos a Maxi donde estaba el
puente para cruzar, y ahí confeso que no sabía, que él no iba mucho por ahí,
que vivía en la Ciudad de Oberá, y que estaba de visita. Para todos lados no
había más que monte y no podíamos ver ningún puente, así que, muy
desilusionados, decidimos volver al auto para regresar a Oberá, ya que ninguna
indicación parecía conducirnos con certeza a la aldea. Ya volviendo hacia el
auto por el monte, nos encontramos con Jorge, que se había quedado pensando que
quizás no íbamos a encontrar el camino ¡¡¡y decidió irnos a buscar para
acompañarnos!!!! Así que emprendimos el camino del monte otra vez, hasta llegar
al puente. Ahora, lo que nos encontramos, no era el puente que nos estábamos
imaginando: se trataba de unas cañas de tacuara, atadas con alambre a 4 mts. de
altura, a las ramas de los arboles que se expandían sobre el arroyo. Acá, Pato
y su sobrino renunciaron a la búsqueda y seguimos viaje con Jorge, su nieto y
Rafa (el chico del festival, que antes de salir había creído que su función iba
a ser sólo conectar el proyector al reproductor de DVD). Del otro lado del
arroyo, el camino era llano y Jorge, que solía ir de visita a la aldea, nos condujo
hasta la casa del cacique Vicente. Cuando estábamos llegando, Jorge, que iba
adelante, le pregunta a un chico donde estaba el cacique, y cuando me acerco, ¡me
doy cuenta que era Crispin! Enseguida me reconoció (como cuando fuimos en el
2010, que me saludo antes de que yo me diera cuenta que era él) y nos saludamos
con mucha alegría. ¡¡¡¡¡¡¡Lo habíamos encontrado!!!!!!!! Ahí nos reunimos con
el cacique y Crispín llamo a Leonarda, que vino con sus hijos, Cecilia y Abel y
Lorenza, que nació hace 10 meses. Les conté que había traído la película ya
hecha y les pregunté si tenían ganas de verla (antes de ir, habíamos pensado en
proyectarla primero para ellos y luego para el resto de la comunidad, pero ya
no teníamos tiempo de hacerlo así). Me dijeron que sí; pero el problema era que
en la aldea no había electricidad (y de haberla, tampoco hubiéramos podido
trasladar los equipos hasta ahí a pie). Así que se me ocurrió que podíamos ir
todos a la casa de Jorge y proyectarla ahí. Jorge, que fue como una presencia
mágica que nos encontramos en el camino, ofreció contento su casa para
improvisar un cine y emprendimos camino. En medio de palabras en guaraní, Crispín
iba por la aldea diciendo "película ya hecha, película ya hecha" y se
iba sumando gente a la fila, hasta que llegamos al puente de tacuara. Acá
dudamos todos para pasar, había chicos y casi todas las mujeres tenían bebes en
brazos, pero de a poco fuimos pasando. En el camino, Crispín me preguntó si podía
conseguir abrigo para los chicos, y le dije que no podía volver a la aldea,
pero que estando en Posadas podía decirles a los de Asuntos Guaraníes lo que
necesitaban. Me dijo que Asuntos Guaraníes no iba nunca para allá, y que se había
anotado dos veces para cobrar la asignación universal por hijo, pero que no le
llegaba. Seguimos caminando y llegamos hasta la casa de Jorge. Armamos el
"cine" y empezamos la proyección. Todos se quedaron hipnotizados
frente a la pantalla (pensé en esas mismas imágenes que yo había grabado, de
Leonarda sumergida en las novelas). Se rieron las primeras veces que
aparecieron Leonarda y Crispín, y también cuando aparecían otros chicos mbya.
En la parte de los Backyardigans, cuando terminó la canción del clarinete,
entró un nene que había salido de la habitación ¡¡y preguntó por qué se había
ido la música!! Al rato, Leonarda se fue a la habitación de al lado a tratar de
calmar a su beba que hacía rato estaba llorisqueando e iba mirando la película
de reojo. Crispín salió a acompañarla, y también miraba de a ratos desde
afuera. Los demás seguían pegados a la pantalla. Hasta que la copia empezó a
fallar. Se iba parando la reproducción de a ratos, hasta que al llegar a la anteúltima
escena, se paró y no avanzó mas. Yo llevaba otras copias, como siempre, pero el
reproductor de DVD, que se había conseguido a último momento, no tenía control
remoto, y no podíamos avanzar la otra copia para retomar la película desde ahí.
Así que terminamos la proyección (yo estaba bastante desilusionada por la falla
técnica, después de tanta movilización para lograr pasar la película). Les
pregunté si conocían el final de la historia, y casi todos la conocían. Un
hombre me dijo que sabía que Julián había fallecido y que no conocía tanto
detalle, pero que en la película se entendía casi todo lo que había pasado. Les
pregunté a Leonarda y Crispín si lo que ellos recordaban era más o menos como
se veía en la película y me dijeron que si, pero que les daba tristeza
recordar. Y vi esa tristeza. Se me hizo un nudo en la garganta. La sonrisa con
la que me recibieron se había ido. Crispín me preguntó si los podíamos llevar
con el auto hasta donde terminaba el acceso de tierra y Leonarda me pregunto si
tenía $20 para la leche. Se estaba haciendo la noche, y el resto de la gente
había empezado el camino de vuelta a pie (conocían un camino más accesible que
el que habíamos hecho nosotros). Me sentí ridícula, pero les dejé una copia de
la película (nunca antes me había dado cuenta de lo absurdo de ese objeto, por
primera vez para mi ese disco no significaba lo que llevaba adentro). Leonarda,
Crispín, sus hijos y otras mujeres con bebes subieron al auto. Pato y Rafa ya
habían empezado a desarmar todo. Yo veía alejarse la gente de la comunidad, y
el nudo de la garganta ya me ocupaba todo el cuerpo. Salimos apurados tratando
de evitar que nos agarrara la noche en el camino de tierra (aunque no lo
logramos). Era bastante peligroso viajar así, pero disfruté hacer todo el viaje
viendo el cielo con mil estrellas, y desde ahí no dejo de preguntarme para qué
sirve lo que hice, si es posible que el documental cambie alguna realidad que
no sea la del documentalista, si hubiese tenido más valor hacer una peli de dos
pesos y comprar leche con el resto. Mañana voy a proyectar en la biblioteca,
para el público yurua (blanco) y seguramente se van a conmover (como lo hicimos
todos en las funciones del BAFICI) y me va a parecer una farsa, una puesta en
escena grotesca de la compasión occidental, del " valor social" del
documental, del "debate necesario" sobre la interculturalidad;
mientras algún festival europeo programa el documental, un crítico le asigna
puntaje del 1 al 10 y Crispín espera que la película se convierta en frazadas.
X.G.
Que triste realidad la que contas...pero tenes que sentirte satisfecha con el trabajo realizado. Por que gracias a vos, la mayoria de la gente como yo, nos enteramos de estas realidades. Cumpliste con tu funcion social, que es la de transmitir. Con ese simple gesto, quizas no cambie nada... o si...vos no sabes que puede pasar, pero con difundirlo ya hiciste un monton...Vos aportaste...yo difundo...a alguien le va a caber el sayo...Gracias...
ResponderEliminarMuchas gracias por el apoyo y la difusión Monik... Ojalá sea así como decis, y sirva para cambiar algo...
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